Mi papá, César, seguramente tuvo la esperanza de que yo algún día me iba a hacer cargo de su Grill-restaurante en Ecuador, pero a los 19 años me fui a Alemania y me hice vegetariano. Desde entonces no tuvimos mucho que contarnos. Doce años después, me llama por primera vez a Alemania y me cuenta que «Los pinchos de César» está al borde de la quiebra.  Por un momento intuyo que salvar el restaurante puede convertirse en nuestro primer proyecto común. Cuando poco después mi madre se enferma de gravedad, salvar el restaurante se convierte en algo primordial para poder pagar el tratamiento. Decido así emprender un viaje desde Alemania a Ecuador el cual me lleva de regreso a la casa de mis padres y en el que yo, como hijo vegetariano intento buscar la fórmula perfecta para el restaurant y mi papá la mejor fórmula para vivir. Aquí comienza un absurdo debate sobre choclos, papas y márgenes de ganancia, en el que en seguida se pone de manifiesto que no solo se trata de las dificultades de un negocio familiar, sino que se convierte en una búsqueda que tematiza la comunicación con nuestros padres, lo que nos une o nos separa, lo que esperamos de ellos, la responsabilidad del uno por el otro y la aceptación de otras perspectivas de vida. “El Grill de César” es un viaje hacia el interior de los protagonistas cargado de emotividad y momentos conmovedores, algunos bastante tristes. Igualmente con un tono irónico y divertido logra convertirse en una celebración fílmica y musical acerca de las alegrías y dificultades en las relaciones entre padres e hijos.